martes, 6 de noviembre de 2007

Zona de Bangladesh podría desaparecer por cambio climático "Nos estamos hundiendo"

Cecilia Barría (Bbc)

El despertador sonó a las 4:30 de la madrugada. Veinte minutos para preparar todo, salir del hotel y comenzar la travesía hacia una de las zonas del planeta que podría desaparecer del mapa.

Soy parte de un equipo que incluye periodistas de todos los continentes que trabajan para la BBC. Todavía es de noche. Dejamos atrás Dacca, la capital de Bangladesh, con destino a una localidad llamada Barisal, en el sur del país.

Hemos venido hasta el sur de Asia para visitar una zona que, si las proyecciones científicas se cumplen, quedaría completamente sumergida bajo el agua debido al calentamiento global del planeta.

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Tras ocho horas de viaje por tierra, ferry y lancha a motor, finalmente llegamos al M.V. Aboshor, el barco de la BBC, que está recorriendo el sur de Bangladesh en una travesía sin precedentes para investigar los efectos del cambio climático en esta parte del planeta.

Temperatura: 30 grados centígrados. Mosquitos, humedad, trópico. Somos 48 personas, incluida la tripulación y seis guardias armados que resguardan el barco frente a la potencial amenaza de piratas que navegan por esta zona.

Los dormitorios son compartidos por cuatro personas. Apenas hay espacio para el equipaje. La conectividad es difícil. El lugar para sentarse a escribir escaso.

Pero pese a todas las dificultades, las cosas están funcionando. Ayer fue mi primera noche en el barco. Y para mi buena suerte, logré dormir unas horas a pesar del sonido incesante del motor.

Y esta mañana bajamos a tierra en Golachipa, la primera parada de esta travesía.

Barro en todas partes

Este es un país musulmán. Y aunque el idioma es el bengalí, el saludo es el mismo que en el mundo árabe: As-sala mu-alikum.

"Wa-laikum-as-salam", me responde Hakim, uno de los habitantes de esta pequeña villa amenazada por las inundaciones del río Buragourhanga.

Su historia es la de mucha gente en estas latitudes. Ha tenido que mover su casa varias veces en busca de tierra más segura. Y ahora teme que con la llegada de nuevos ciclones tropicales y la subida del caudal del río, termine abandonando para siempre su hogar.

Cuando eso ocurra, se convertirá en uno de los millones de refugiados climáticos que están anticipando las investigaciones científicas.

Me cuenta que cuando llegan las lluvias del monzón, pasan días encerrados en sus casas, muchas veces, sin nada para comer.

Aquí la gente vive el día a día. A veces se dedican a la pesca, o a la agricultura de subsistencia. Algunos trabajan en pequeñas madereras artesanales.

La madraza

Decenas de niños salieron corriendo de las salas de clase cuando llegamos a visitar el único colegio de la aldea. Para algunos era la primera vez en su vida que veían extranjeros.

Pasamos un buen rato, con ellos explorando mi cámara de video y riéndonos quién sabe de qué. Estaban felices de ver su imagen en la pantalla. Sin duda, muchos recordarán este día por largo tiempo.

Los conductores de rickshaws, triciclos de colores que transportan gente, se detienen a mirar qué está pasando.

Conversamos con algunos campesinos y llegamos a la madraza, una escuela de estudios islámicos.

Pedí permiso para hacer algunas imágenes en el exterior, pensando que sería lo máximo que podría obtener. Pero no. Me dejaron ingresar a la madraza y grabar a los niños rezando el Corán.

Fue una experiencia inolvidable. En otros países musulmanes habría sido muy difícil conseguir el permiso para entrar, pero en esta aldea fui aceptada inmediatamente. Sin preguntas. Sin objeciones.

"Nos estamos hundiendo"

Son cerca de 2.000 habitantes enfrentados a una paradoja: el agua está devorando sus casas, pero al mismo tiempo tienen problemas para conseguir agua para el consumo humano.

Aquí se mezclan las aguas del mar con las aguas provenientes de tres grandes ríos: Ganges, Brahmaputra y el Menga.

La salinidad está aumentando, tanto como el caudal. Por eso una mujer me gritó del otro lado de un pequeño canal, "Nos estamos hundiendo".

Es lamentable no poder quedarse varios días, dormir en la casa de una familia, aprender de su experiencia en el manejo de las lluvias monzónicas y su gigantesco poder de adaptación al medio ambiente.

Pero esta vez la naturaleza parece estar ganando la jugada. Y ya es hora de volver al barco para continuar la travesía hacia el sur.

De regreso en el M.V. Aboshor, no puedo parar de reír al recordar cuando Lily, de la sección china confundió a una cabra con un perro. Cuando el capitán del barco perdió el rumbo durante la noche y cuando nadie me decía el nombre del río porque, en los más de 200 kilómetros que hemos navegado, ha cambiado de denominación ocho veces.

Ya es tarde, y la comida está lista.

05/11/07

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