lunes, 27 de agosto de 2007

A la caza del "gran depredador"

elmundo.es / 26 de Agosto de 2007.
Suplemento Crónica
(Extractos)

LA MASIVA proliferación de topillos que arrasa Castilla y León no sólo ha arruinado las cosechas. Decenas de agricultores están infectados de tularemia. Veneno, fuego, agua... «Crónica» ha viajado a la «Zona Cero» de la plaga para ser testigo de cómo se combate

Son las 11 de la mañana y Jesús, con la ayuda de otros seis labradores de la zona, todos ellos con sus tierras perforadas por los pequeños roedores, nos invita a ser testigos del intento del exterminio. La improvisada brigada, que se protege las manos con guantes de látex, rellena unos tubos de plástico alargados (60 centímetros de punta a punta cada uno) con una mezcla de cebada y clorofacinona. Se trata de un anticoagulante (autorizado) que provoca hemorragias internas en los topillos, ocasionándoles la muerte. El ritual sigue un ritmo programado. Cada 15 centímetros, una trampa envenenada. Luego, otra. Y otra más. Así hasta completar el perímetro de la finca infestada. Así cada tres días, vigilantes, sin perder nunca la esperanza de que el veneno facilitado por la Consejería de Agricultura de Castilla y León salve a Jesús, y a 6.500 agricultores catellano-leoneses (hay 40.000 explotaciones afectadas en toda la comunidad) de una ruina anunciada. Sólo en Paredes de Nava, una de las zonas más prósperas de la región, hay 14.000 hectáreas (el equivalente a 14.000 campos de fútbol) tomados palmo a palmo por estos hambrientos roedores.

En 50 años que lleva labrando los campos de Palencia -ahora tiene 61 cumplidos-, dice este agricultor que no recuerda plaga igual. Y eso que topillos hubo siempre. «Pero tan insaciables como los de ahora, no. Y menos aún en esta cantidad. Los de ahora son mucho más grandes, la mitad o más, que los que conocemos de toda la vida. Y nadie se explica de dónde han podido venir estos bichos. Es rarísimo. A veces, incluso, pienso que podría deberse a una mutación o algo parecido. Quién sabe. Está todo tan jodido...», apostilla Jesús.

Los números que echan los agricultores, muy por encima de los oficiales, ayudan a retratar la magnitud de la plaga. A día de hoy -siete semanas después de que la organización agraria Asaja diera la voz de alarma con la existencia de cuatro vecinos de la provincia de Palencia con tularemia, infección que trasmiten estos roedores-, más de un millón de hectáreas de sembrados (patata, remolacha, guisantes, cereales...) han sido devorados por los 1.500 millones de topillos, según calcula el sindicato del campo, que han horadado las fértiles tierras de Castilla y León. Unas pérdidas extraordinarias que, traducidas a euros, oscilan entre los 30 y los 40 millones, frente a los 10-15 millones estimados por el Gobierno autonómico. Sin contar, de momento, los daños que están ocasionando los roedores en el viñedo y que hacen peligrar no sólo la cosecha de uva de este año, sino también la venidera.

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«Los topillos cortan los racimos de uva o los dejan muy dañados, de modo que el rendimiento de esta temporada puede quedar seriamente mermado», en palabras del presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Toro (Zamora), Amancio Moyano. No es el único. En Cigales, una Denominación de Origen entre Palencia y Valladolid, se teme que se pueda perder hasta el 40% de la cosecha, según el propio Consejo Regulador.

El periplo de Crónica por los escenarios de la plaga nos lleva a una plantación de remolacha cercana. De la mano del agricultor César Infante, 36 años y uno de los muchos afectados por tularemia, cuyos síntomas se parecen a los de la gripe, volvemos a ser testigos no sólo de los destrozos ocasionados en una plantación, sino del ingenio con el que estos desesperados agricultores están luchando para erradicar lo que ellos llaman «maldición».

César se aparta unos minutos de nosotros y pide que le esperemos. Va camino de una acequia próxima a su sembrado roído. Al cabo de un rato aparece con una garrafa de plástico rellena con cinco litros de agua. Por más que nos fijamos, no vemos rastro alguno de topillos. Sólo agujeros por todas partes. Nuestras voces los mantienen prevenidos y a buen recaudo en sus madrigueras o huras, como las conocen por aquí. Es entonces cuando César vierte todo el líquido en uno de los hoyos escogidos al azar. Mano de santo. Donde antes no había ni rastro de topillos en la superficie, en unos segundos se ha llenado de decenas de roedores medio ahogados que huyen como pueden entre nuestros pies.

«Es otra forma de matarlos que tenemos. Los que no se ahogan dentro de las huras, salen y acabamos con ellos a palazos o como sea. Es cutre, lo sé, pero la Junta ha reaccionado tarde y tenemos que defendernos con lo que tenemos. Lo malo es que aún quedan millones de ellos vivos en los campos de esta Castilla nuestra», se lamenta el joven agricultor. ¿Hasta cuándo? se preguntan los afectados.

En los despachos el paisaje se ve, sin embargo, de otra manera. Y aunque la propia consejera de Agricultura, Silvia Clemente, reconoce a Crónica que esta plaga «tiene unas dimensiones que no se conocen en ningún país de Europa», está convencida de que a principios de octubre, mes de la siembra, los más de 600 municipios de Castilla y León afectados «estarán libres de topillos». Dice más: «Pasado agosto, cuando el riesgo de incendios disminuya, vamos a autorizar también la quema controlada de rastrojos para limpiar de roedores los caminos y las cunetas, además de seguir aplicando el anticoagulante».

-¿Existe el riesgo, como denuncian algunos grupos ecologistas y los cazadores, de que este raticida pueda llegar a hacer daño a los animales que se comen los topillos muertos?

-No se puede asegurar al cien por cien. Pero tampoco hay que olvidar que estamos ante una plaga que hay que combatir cuanto antes. Y este es un producto autorizado, muy seguro y eficaz.

-El presidente de los agricultores de Castilla y León, Donasiano Dujo, asegura a este suplemento que el número de infectados de tularemia se acerca ya al millar. ¿Es correcta la cifra?

-No. Hay 161 afectados, 28 de ellos fueron detectados entre el 12 y el 18 de este mes. Y sólo hay tres ingresados.

Es la otra cara amarga de la plaga. Lo sabe bien José Luis, 35 años y cultivador de maíz y girasol. Lleva 22 días padeciendo fiebre alta, mareos y flojera. «El médico me ha dicho que también tengo neumonía en los dos pulmones. Y eso que no he tocado topos, aunque, como todos, he estado cerca de ellos. Qué remedio», explica este hombre alto y fortachón, a la entrada de su maizal acribillado por los topillos. José Luis, que lleva media vida labrando, es de los que piensa que hay plaga para rato. «Es más peligroso hoy el campo de Castilla que cruzar la M-30 de Madrid con muletas. Está lleno de garrapatas, moscas y otros animales con la maldita tularemia. ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Ponerle puertas a los sembrados?». Hay quien va más allá. «Qué va a pasar con la alfalfa que exportamos a Arabia Saudí para alimentar a los caballos pura sangre de los jeques?», añade con inquietud el agricultor Juan Manuel Mediavilla.

Los nubarrones oscurecen el cielo de Palencia. Amenaza lluvia. Y los agricultores miran al cielo como en busca de ayuda. Mala noticia para los intrusos topillos.

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